17.10.14

CELOFÁN



Hace dos o tres noches, estuve pensándolo. El momento en que asumí  la poesía, y no tanto el arte contemporáneo, esa medusa. Me refiero al surgimiento de una imagen poética a partir de una instalación improvisada y, hasta cierto punto, casual. Todo bajo la guía bendita de la intuición.

En la persecución de -no sé bien qué finalidad- un sueño tal vez, me había hecho con varias cajas de cartón para utilizarlas en lo que eventualmente se me ocurriera. Tirar la basura, por ejemplo. Te digo, me la pasaba tanto en la acción como en la contemplación. A una caja le había recortado un recuadro, no sé para qué. Las cajas andaban por todas partes, así como los periódicos viejos. También tenía celofán. Habían quedado sobrantes unos pliegos y recortes en la locación, después de que se grabaron las tomas de lo que en su tiempo debió ser un video proto-indie.

Entonces, un día llego yo, al atardecer, con la visión constructivista en marcha, y descubro la alineación, repito, fortuita, de la luz que entra por la ventana de la habitación; los celofanes; los periódicos; la caja con la oquedad. El resultado era algo como el Vermeer, pero muy distinto. El celofán era azul, puedo recordarlo. La impresión me resultó de un agradable y la llamé: Televisor de lluvia. Varios años después de eso, en la galería de la ciudad monté una exposición con ese título, y me percaté esa noche, mientras celebraba, del agotamiento del concepto, de la imagen, de esa imagen particular. Y de la necesidad de dirigirme hacia otro punto.