30.5.12




En ocasiones me preguntan cómo es que hago mis canciones. Bueno, lo primero es encontrar, formar o construir, como quieran llamarle, una base sólida, o cuando menos, firme. Me refiero a la percusión y a los bajos, mientras que la solidez o la firmeza tienen que ver con eso, con que el ritmo se sostenga, que haga bailar. Segundo, las ideas o sentimientos musicales, generalmente traducidas a melodía, altura de las emociones, intensidad, etc., los dispongo en el tiempo a mi antojo y procuro divertirme siempre y cuando encuentre un mínimo de armonía. En ocasiones regreso y doy unos retoques.    

27.5.12








Hace años, en La Paz, escribí un protocuento de ciencia ficción que giraba en torno a una ducha. Tiempos rudos  aquellos, sin duda alguna.  La narración de marras, maneja toscamente elementos de una nave inverosímil (escotillas, mangueras, esas cosas, etc.) desde el punto de vista de un narrador omniscente y narcisista que toma una ducha, operando en él un cambio de ánimo notable -todo desde su perspectiva. Tiene un epígrafe con una alusión al Fénix, esa ave mitológica.




25.5.12

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             La música electriza el cuerpo como una gota de microdín purifica un litro de agua.


He cambiado. En ocasiones paso días completos sin escuchar música. No me siento mal. Me siento diferente. Por lo demás, creo que esto es cosa que pasa todo el tiempo, aunque también es indudable que hay una cantidad de situaciones importantes que están sucediendo, a la par.

Según yo estoy en una batalla impresionante por mi propia plenitud, y en muchas de las ocasiones  he llegado a pensar que estoy perdiendo. La situación de estar partiendo desde casi nada, esa ruina terrible que la vacación prolongada del doble llegó a producir, aunado al sobrepeso, me hace jadear y estar convaleciente la mayor parte del tiempo. Sin embargo, la energía vital nueva ha surgido y mi idea es que llegue a iluminar nuevamente el árbol.  He llegado a la conciencia mas o menos exacta de cuándo fue que devine escindido y hoy por hoy veo en la dirección que me conviene.

Estoy cambiando. Lo que es lo mismo: muchas cosas son nuevas. Lo de la música parece inconcebible en otra época, para mí mismo o para algún tercero que me conozca; me refiero a la idea de dejar de escucharla de la manera neurótica en la que lo hacía.

Igualmente, los gustos musicales mismos, han cambiado. Hace muy poco, en algún momento en el transcurso de estos últimos meses, tuve ésta experiencia a la que me refiero como "desencanto -parcial- del mundo", y que coincide con la caída de los últimos falsos ídolos de importancia dentro de mi subjetividad con licencia para engañarse: me refiero a los ídolos del rock and roll.


Haber dejado el clonacepam fue el comienzo (de eso hace ya, triunfalmente, dos años). Entonces, un poco después de ello y lo que esto supuso, ya más tranquilo me metí en la cuestión de los synthes por software con la intención de acercarme al universo compositivo vía la música electrónica. El esfuerzo que realicé en tal dirección -sea pequeño, sea grande-, me llevó a efectuar unas escaramuzas que culminaron en una improvisación que registré y que me volvió a meter a la jugada, por así decirlo. Pero sobretodo, fue para mí un gran descubrimiento que todavía el día de hoy no termino de procesar del todo, debido, tal vez, a la intensidad de la sorpresa y a la alegría de la imaginación resultante. También he realizado una serie de conquistas elementales que hice en el orden de los entornos virtuales, traducción de manuales, estudio de instrumentos y conocimiento de tecnologías tales como el MIDI.

Fueron precisamente estos últimos conocimientos -y haberme adentrado en los principios del secuenciador- los que abrieron definitivamente mis ojos con respecto a la historia de la producción de la música pop.

El resultado fue demoledor. Al intentar con toda esta movilización cognitiva, acercarme al punto donde surge el sonido con la intención de componer, y para ello, haber formado un criterio previo que me ayudase a discernir la diferencia entre una buena composición y una mala, descubrí que los ídolos sobre los que se asentaba mi gusto (lo peor de la música pop), eran de una nulidad artística impresionante, y que la mayoría de sus recursos no dejaban de ser prolongaciones del reflejo de las cuentas de los viejos charlatanes.

Recapitulando, el cambio que refiero arriba es en realidad doble, descubrir primero y asumir después la miseria musical y el gusto pésimo en el que había caído, mientras que lo referente a la frecuencia con la que escucho música, repito, ha disminuido considerablemente.