Hoy tiré a la basura el disco de Violines Mágicos, que recogí hace años cuando naufragué en este continente. No sé dónde lo pesqué, y tiemblo un poco al pensar que lo traje del infierno mismo. Creo que la razón de haberlo conservado sea sólo un afán neurótico producto de la necesidad referencial, y que el trasfondo de todo tenga que ver con aquel momento imborrable en el que escuché el fragmento de la canción Campanitas de Cristal.
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