Es viernes y sigo en paranoia. El
trabajo, las tormentas y la idea de progreso.
Leí ayer a Walter Benjamín en una
especie de decálogo. Me sentí aludido.
Tengo entendido que se me está
aludiendo hoy por hoy de buena manera.
Hace una semana encontré dinero, y
estuvo bien. Existe la sensación de estar en forma otra vez.
Veo ahora que debo estar escribiendo
acerca de todo esto, del progreso, del proceso mismo. El mensaje en la botella
remixed.
He leído muy poco de Walter, pero en
ese poco me pareció reconocerlo como un legitimador de la contemporaneidad del
arte. Viene por la línea de la técnica, tema clave. Hace casi cien años.
Me da gusto, mucho, escribir en un
teclado con tecla “ñ”.
Estamos en el proceso electoral
todavía, pienso que desde noviembre del año pasado, cuando vagando una mañana
me encontré con la convocatoria del IFE, momento luminoso en esto de los
túneles y las mazmorras. Pero es hace quince o veinte días que me puse a hacer
notas en un cuaderno.
Hace ocho o nueve años le dije a un
viejo amigo que tenía mucho –eternidades- que no tomaba un lápiz o una
pluma, que sabía que eso estaba mal pero que me gustaba sin embargo mucho estar
frente a la pantalla.
Comencé de pronto a escribir notas,
pero más importante es que lo hice con miras a que fuese una actividad
sistemática. Y ahora me dispongo a retomarlas en el sentido de transcribirlas
en tanto digitalizarlas.